miércoles, 10 de setiembre de 2008

Les presento a Esteban

Es hora de que conozcan a mi álter ego: Esteban, algún día será el protagonista de mi supuesta obra maestra. Hasta eso decidí escribir un tonto y aburrido cuento. Por favor, tengan piedad de mí, lo escribí hace 2 años. Por cierto, me atreví a enviarlo a Caretas para que partícipe en el Cuento de las mil palabras (esto demuestra que cualquier idiota puede participar en ese concurso literario).

Un día en la vida de Esteban
La vida era el simple reflejo de la armonía de tener la mente fuera de este mundo, de contemplar los vaivenes espirituales llenos de refulgentes colores y expresiones, de vivir sin morir y morir sin vivir y de apreciar las grandes verdades del alba y del ocaso… Esa era la definición que tenía Esteban sobre la vida y cada día que tomaba los senderos del mundo humano se aseguraba de que ésta estuviera muy bien guardada en su cofre de las mil y un ideas resplandecientes e inesperadas, o simplemente cerebro. Los días eran el ir y venir de la monotonía de la vida, pero no para él; éstos eran la búsqueda del destino, del significado de la vida, del reflejo de las ideas por las que uno vivía; era buscar el rumbo de uno mismo y encontrarlo, sí, encontrarlo.Tomaba un té cada noche y luego salía a deambular por las estrechas calles del pueblo, por aquellas en las que su imaginación muchas veces había creado historias de asesinos, duendes, unicornios y ladrones trabajando todos juntos como barrenderos o encontrándose en situaciones donde la vida de éstos dependía de la voluntad única e implacable del destino que todo lo sabía y al vez todo lo podía. Esteban poco podía hacer cuando veía en su constante merodear a una persona por aquí o por allá, puesto que cualquier individuo que lo veía inmediatamente se alejaba de él, y no sólo le tenían miedo a su constante andar sino también a su aspecto, que no era el más propicio para ser aceptado por los demás; sabiendo eso, él se jactaba de ser el monstruo del pueblo y debido a esto y a otros asuntos divertidos no se atrevía a suicidarse, ya no eran aquellos días en los que estuvo a punto de poner fin a su existencia por motivos filosóficos y con fundamentos como “¿qué es el vivir sin el morir?”, “con mi sacrificio puedo cambiar la concepción errada e inherente que se tiene sobre mí” o con el tajante “quiero conocer ya los beneficios del descanso eterno”.“Ir al vivir o vivir con el ir”, “mantenerse sin rumbo es propio del hombre y a la vez gratificante” fueron unas de las razones por las que Esteban justificaba su eterno deambular por el pueblo aquella noche. Sus pensamientos iban mezclados con ligeras gotas de té y con espesas espumas de jabón, como los sueños disparatados y excéntricos que tenía cada día a la lila de la alegría. De repente, como nunca, algo fuera de lo planeado lo interrumpió, en su devaneo mental se había desviado del camino que seguía todas las noches y vio que se encontraba a la entrada del misterioso castillo de La Tejada, uno de los vestigios que quedaban de tiempos antiguos y gloriosos en ese minúsculo pueblo. Lo único que le quedaba era entrar al castillo…Las tenebrosas torres se alzaban sobre el castillo, parecían tocar el firmamento. Ni un alma vagaba por ese lugar y los anchos muros parecían esconder un secreto nunca antes revelado, que guardaría la clave para romper el misterio y el silencio que encierra al castillo, antiquísimo y a la vez magnífico que emitía una atmósfera tenebrosa al sólo contemplarlo. Su estructura que alguna vez debió ser la más imponente de todo el valle aún se podía contemplar. En la reja se podía leer el anuncio que un precavido visitante había colgado años atrás: “entra si es en verdad necesario, huye si es que no estas dispuesto a entrar, ya que muchos han traspasado el umbral y han sentido el terror hasta el fondo de su alma”.“Son sólo inscripciones y significan algo, pero algo de lo que yo no tengo conocimiento”, pensó Esteban al leer el anuncio. Sabía que no podía retroceder, que su empresa fracasaría si hubiera dado un paso atrás, así que se armó de valor y empujó la reja del castillo suavemente, luego más fuerte hasta que logró abrirla. Sigilosamente atravesó el espacio que había conseguido hacer y entró al desolado jardín. Esteban avanzó lenta y silenciosamente por el llano, miraba tristemente a su alrededor mientras pensaba en algo muy distante del momento en que se encontraba. Después de atravesar el árido llano y subir por unas antiguas escalinatas de mármol se encontró frente a la puerta del castillo, sus repujados de arpías y faunos parecían contener sus ansias de entrar, pero no pudieron: simplemente empujó la puerta un poco y ésta se derrumbó como torre tirada por mil caballos. Luego entró.El amplio vestíbulo que alguna vez hubiera recibido a condes o marqueses ahora era una entrada poblada de nada, como nada eran también el comedor, el salón de fiestas, la cocina y los dormitorios. Sólo una silla de madera había sobrevivido a la destrucción, seguramente porque guardaba el espíritu del castillo. Sin pensarlo dos veces, Esteban se sentó en la silla y al instante empezó a ver todos los recuerdos de las épocas gloriosas del castillo, de sus habitantes y huéspedes notables, de las grandes celebraciones que allí se realizaban, de los clásicos bailes en el gran salón, de las suntuosas comidas en el comedor, y de los personajes notables que pasaron por el vestíbulo. Después de las visiones Esteban se paró y reflexionó sobre el paso de los años: “Pero como después de tanto tiempo esta silla se mantiene intacta, ¿será el espíritu del castillo lo que la mantiene intacta?, ¿acaso son las remembranzas del pasado las que nos ayudan a fortalecer el espíritu y nos revelan el significado de nuestras existencias y a la vez nos ayudan a forjar nuestro destino?, pues a mí esas remembranzas no me sirven”. Esteban salió del castillo y contempló lo que esperaba: el castillo se derrumbó en tan solo unos segundos, siglos de olvido habían al fin desaparecido por siempre. Esteban tomó el sendero y siguió su deambular, como todas las noches.



3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues, me parece interesante, como siempre. Lo escribes, me lleva a pensar que hagas lo que hagas, dejarás parte de ti en ello. Fue como verte en un mundo alterno. Me encantó.
La parte de la silla, me pareció haberlo leído en otra historia, también tuya, que me enviaste cuando estábamos en el colegio. Sí, creo que por eso se me hizo familiar, aunque no recuerdo el nombre de esa novela.
Muy bueno.

Anónimo dijo...

Creo que eso del concurso de las mil palabras fue una estafa, porque me la pasé comprando esa dichosa revista por un año y nunca publicaron los resultaron, buuuu, y yo que pensaba ganar jajajajajaja.

Anónimo dijo...

Me alegra saber q la pasates muy bien en el concierto , me encanto la pate donde escribes Había tenido la impresión que el mundo se había detenido, que toda la vida era el concierto, que el mundo giraba alrededor del concierto. Pero cuando salimos del estadio y nos dirigimos al paradero me di cuenta que volvía a la vida normal. chevere